martes, 11 de noviembre de 2014

Taller de poesía

Comenzamos el Taller de la Biblioteca analizando y experimentando qué es la poesía. Hemos elegido tres textos poéticos: el primero, una rima de Gustavo Adolfo Bécquer, que acompañamos con un enlace al LIM de Manuel Guerrero (Rima XXX); el segundo, un fragmento escrito en verso de la obra de teatro Don Juan Tenorio, de José Zorrilla; y, por último, un ejemplo de prosa poética, Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.

Bécquer


XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima,

y a mi labio una frase de perdón;

habló el orgullo y se enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.




Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?

Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?



Don Juan Tenorio, José Zorrilla

Aquí es don Juan Tenorio
 y no hay hombre para él 
Desde la princesa altiva
 a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba,
 y cualquier empresa abarca
 si en oro o valor estriba.  
Búsquenle los reñidores;  
cérquenle los jugadores;
 quien se precie que le ataje,
a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores.





Platero y yo, Juan Ramón Jiménez

A veces la prosa también se hace poesía, como en el caso de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. En ella destacan las sensaciones por encima de todo, gracias a la abundancia de adjetivos, imágenes y metáforas relacionadas con el color, la luz, el olor, el tacto... También adquiere gran expresividad mediante el ritmo, por ello se dice que esta obra es un conjunto de poemas escritos en prosa.

Para que pudieran percibir todo esto pedimos a los alumnos que cerraran los ojos y escucharan con atención este fragmento de la obra:




"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: «¿Platero?» y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal...Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

-Tien' asero...Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo."