Taller de Escritura Alumnos

Textos argumentativos: Opinamos sobre los derechos humanos, curso 2014-2015, 4º ESO



"O TODOS O NINGUNO"

El derecho a la libre expresión es uno de los derechos fundamentales, ya que es esencial en la lucha para el respeto y promoción de todos los derechos humanos. Esa es la teoría, pero ¿qué ocurre en la práctica?

Durante estos años, he aprendido que aparte de la sierra y del martillo, una herramienta muy usada es la libertad de expresión. Hoy en día es sinónimo de respirar, se ha convertido en algo básico que interfiere no solo en las relaciones sociales, sino también en otros ámbitos como el religioso o el cultural.

Si pudiéramos volver al pasado con una máquina de tiempo nos daríamos cuenta de cómo el pensamiento liberal y la expresión de éste ha influido en nuestras vidas. Montesquieu, Rousseau, Voltaire (principales pensadores de la Ilustración), no están en nuestros libros de Ciencias Sociales y Literatura porque querían jugar a ser famosos. Expresaron las ideas del pueblo, alzaron la voz para protestar por aquellos que tenían miedo y lucharon por un modo de vida mejor.

Así lo hicieron también artistas de los siglos XIX y XX como Dalí, Van Gogh,…que canalizaron sus pensamientos de otra manera plasmándolos en sus obras. Cada pincelada nos transmite un punto de vista, expresa una idea, nos sugiere algo. Incluso el atisbo de sonrisa en el cuadro de la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci es un símbolo de expresión.

Por estas evidencias del pasado, desde mi punto de vista, sin la comunicación ni la expresión de los sentimientos o del conocimiento adquirido, el mundo no estaría ni de lejos tan evolucionado como lo encontramos hoy en día.

Porque el desarrollo procede de cada una de nuestras mentes. Cada punto de vista es necesario para que todo el conjunto funcione y podamos avanzar. Pero, ¿si prohibimos eso? ¿si obligamos a la gente a permanecer callada, a ocultarse tras su silencio? No es el hecho de que se apaguen una o dos voces, de que se censuren uno o dos documentos, es que poco a poco el mundo pierde brillo. Porque como dice el lema popular: “o todos o ninguno”.

Por todo ello yo pienso que respetando, escuchando, alzando la voz, todos juntos llegaremos lejos, alcanzaremos ese día en el podamos hablar todos de todo en todos los lugares del mundo. Yo estoy a favor, ¿y tú, lo estás?

Marta Puente



EL DERECHO A LA IGUALDAD

Cuando el viernes día 7 de noviembre nos dijeron que venían a darnos una charla sobre los Derechos Humanos, todos pensamos en que nos íbamos a perder clase. Pero según fue avanzando la charla nos iba interesando cada vez más, debido a lo amena que era. Aquellas dos horas se nos hicieron cortas y aprendimos muchas cosas que probablemente no olvidaremos.

En mi opinión, la parte que más me marcó de la charla fue la dedicada a hablar del derecho humano de la igualdad. Nos contaron que en ciertas tribus de África las mujeres se encargaban de todo el peso que conlleva un hogar, es decir, trabajar en el campo, cuidar y educar a los hijos, mantener el hogar en perfectas condiciones, etc.
Esto no quiere decir que el hombre no haga nada, los hombres también trabajan, pero no tienen las mismas cargas que conllevan las tareas que desempeñan las mujeres.

Lo más sorprendente es que ellas lo hacen sin quejarse. Lo asumen desde pequeñas y no se rebelan contra ello, sino que lo acatan. ¿Por qué? Se preguntarán. Pues por la mera cuestión de que es la manera en la que las han educado. Es una forma de vida, una costumbre en su pueblo; algo que nosotros consideramos una injusticia, ellas lo consideran una forma de honrar a su pueblo y sus costumbres. Es muy fácil decir que lo único que se debe hacer es decirles que no tienen por qué hacer eso, pero el problema está en que es muy complicado luchar contra unos “principios” que les han enseñado desde que nacieron. Ellas lo considerarían como una ofensa a su pueblo y posiblemente la situación empeoraría.

Desde mi punto de vista lo que se debe hacer, y hacen con una profesionalidad increíble los colaboradores de la Cruz Roja, es ir poco a poco, inculcándoles despacio algunos valores, sobre todo a lo/as más pequeño/as para que así dentro de diez o quince años estas mujeres tengan derecho a elegir su futuro y a no tener que sobrellevar ellas solas la carga de una familia.

En conclusión, creo que deberíamos tener en gran consideración a todas aquellas personas que están ayudando para que este “nuevo” futuro sea posible para muchas mujeres.

Sandra Almarza



“¿Alguna vez te has preguntado si eres libre?”

“Soy libre”. ¿Por qué lo escribo entre comillas? No me atrevo a afirmarlo. Cuantas más veces repetimos la palabra libertad más ficticia parece la idea.

Artículo 19.

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.


Al afirmar que tengo libertad de opinión, de expresión… aseguro que estoy en mi derecho de decir lo que pienso. La libertad se define como la capacidad para la autodeterminación, es decir, el derecho de realizar una determinada acción sin impedimentos u obstáculos. Parece oportuno decir que todas las personas somos libres en la actualidad, aunque en el fondo la libertad completa es algo que no nos tiene por qué venir dado. Aunque nazcamos libres por el hecho de ser humanos, ¿podemos crear y fundamentar nuestra propia libertad?, ¿esta depende de los demás? Somos libres pero las consecuencias de nuestras decisiones nos condicionan de una forma tan sólida que ponemos la afirmación entre comillas, rodeada de dudas, llegamos a creer que no lo somos. Aunque muchas veces nos arrebatamos la libertad de esta forma y nos hacemos esclavos de nosotros mismos, nuestra libertad puede depender y, de hecho, depende de otras personas. Parece irónico que hace unos siglos se comprase y se vendiese algo tan valioso. Hay personas capaces de jugar con la libertad de los demás, arrebatársela u otorgársela a su antojo… o simplemente juzgarla. Si juzgo a alguien por su forma de pensar, ¿estoy condicionándola? ¿Estoy poniéndole obstáculos a su libertad?

Continuamos atados y cohibidos por la sociedad, que no nos permite ser libres. A veces me pregunto si alguien es realmente libre completamente. Suelo responderme con un “no”.

María Casado




LOS DERECHOS HUMANOS


Los derechos humanos, son algo muy sonado últimamente.

Son los derechos que deben tener todos los humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color de piel, religión, lengua, o cualquier otra condición.

Hay países en los que esos derechos no se respetan y por ello algunos de sus habitantes tratan de entrar en los que sí se respetan arriesgando sus vidas al asaltar las fronteras de forma ilegal.

Últimamente se ha escuchado en los medios de comunicación que día tras día cientos de emigrantes intentan entrar en España. Muy pocos lo consiguen y la mayoría de los que son expulsados lo intentan una y otra vez con la esperanza de conseguir que uno de esos intentos sea el bueno y les permita comenzar una nueva vida aquí. Muchas personas que intentan entrar en nuestro país no tienen nada que perder, lo arriesgan todo, vienen huyendo de las represiones, del hambre,… su único interés es dejar todo atrás para mejorar su situación.

Vivimos en un país que, al igual que todos, está rodeado por fronteras, unas fronteras que no permiten circular libremente a los ciudadanos de un lugar a otro.

Es decepcionante que estemos rodeados por vallas, como las que en un zoológico separan a los animales, pero en este caso tanto a un lado como al otro de las vallas se encuentran seres humanos y ninguno de ellos es mejor que el otro por pertenecer a un determinado lugar.

Sheila Martínez


ARTÍCULO 25
Tanto nosotros como nuestra familia tenemos derecho a un nivel de vida que nos asegure la alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia en caso de enfermedad. También tenemos derecho a recibir ayuda si no podemos trabajar, ya sea porque no haya trabajo, porque estemos enfermos, porque seamos viejos o por cualquier otra razón independiente de nuestra voluntad.

En mi opinión, este derecho no se cumple en muchos lugares del mundo, ya que por ejemplo en nuestro país, en otros muchos, en el tercer mundo..., hay muchas familias que no tienen un nivel de vida adecuado a lo que deberían, puesto que no tienen ni trabajo, ni comida, ni una vivienda, ni una asistencia social digna y obligatoria...

Por un lado hay muchas personas que se dedican voluntariamente a ayudar a esta gente necesitada, como es el caso de los comedores sociales, asociaciones como Cáritas, o campañas como puede ser Ladesol. Todos los misioneros que se van a cada país a ayudarlos.... que se dedican a recoger ropa, alimento, dinero y muchas más cosas para poder dárselas a personas que realmente lo necesitan.

Por otro lado, hay mucha gente cruel a la que creo que no deberían darle ninguna ayuda porque piensan que deberían de solucionarlo ellos mismos.

En definitiva, yo creo que si la gente fuera un poco más generosa dando dinero, ropa, alimento o demás habría muchas más personas que cumplirían con este derecho humano que desde mi punto de vista es necesario para todas las personas del mundo.

Laura Martínez




LIBERTAD Y RESPETO PARA TODOS

Los derechos humanos son aquellas «condiciones instrumentales que le permiten a la persona su realización». En consecuencia subsume aquellas libertades, facultades, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, «sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición».

En este artículo nos vamos a centrar en el derecho a la libertad y al respeto.

Lo que nos hace replantearnos… ¿Es realmente el ser humano un ser libre?

El filósofo Erich Fromm, no sólo afirma que el hombre es un ser libre, sino que también trata de estudiar las consecuencias de la libertad en el hombre, como la angustia y el miedo, él afirma que al ser el hombre un ser libre tiene que preocuparse por sus decisiones, ya que es él el único responsable por las decisiones que vaya a tomar.

Yo, coincido con todas las consecuencias de la libertad que Fromm describe, pero en lo que no estoy de acuerdo es en la causa, ya que él argumentaba que era la misma libertad y yo creo que la causa es la ilusión de libertad, ya que el hombre no es un ser libre, aunque sí sea un ser pensante, porque todos los hombres no son más que lo que vivieron, por lo tanto sus decisiones y todo su mundo es un resultado de lo que vivieron. Y también creo que este tema no se puede comprobar ya que es imposible tener en cuenta todo lo que vivió una persona.

Y ahora vamos con el respeto.

Una característica del ser humano es su sociabilidad, estamos obligados a convivir con otros. El respeto a los demás es la primera condición para establecer las bases de una convivencia pacífica auténtica.

Todos sentimos que tenemos el derecho a ser respetados por los demás en nuestro modo de ser, de actuar y de expresarnos. Esto exige de nosotros el deber de respetar igualmente a todas las personas.

El respeto a las cosas es valorar a todos los seres animados o inanimados, naturales o elaborados por el hombre, como medios necesarios para la vida y la realización personal de los seres humanos, en diversos niveles.

Yo opino que en cierto modo el ser humano no es respetuoso. Se empeña en ser tan libre que se olvida de que los demás también tienen derecho a serlo. Hay un dicho que dice: ‘Mi libertad termina donde empieza la del otro.’ Pero hay mucha gente que no se da cuenta de que los demás tienen sus derechos y que al imponer los suyos propios no les deja ser libres.

Conclusión. Se supone que el ser humano es libre y respetuoso. Pero la mayoría de las veces al abusar de la libertad, pierde el respeto por los demás con lo cual también pierde su libertad.

NEREA FERNÁNDEZ



El caminante sobre el mar de nubes(1818), de Caspar David Friedrich.


Historia romántica, curso 2014-2015, 4º ESO

Después de haber visto los temas y las características del Romanticismo, vamos a inventarnos el argumento de una obra de teatro romántica. Solamente tenéis que aseguraros de que haya:
- Un enamorado, que se llamará Don Álvaro.
- Una dama, cuyo nombre será Doña Leonor.
- Dos hermanos de la dama.
- El padre de Doña Leonor, que se opone al amor entre su hija y Don Álvaro, y que responde al nombre de Marqués de Calatrava.

- Ambientes románticos: la noche, lugares solitarios, una ermita, etc.
- Destino trágico de los personajes.

No os olvidéis de repasar la ortografía y de cambiar las palabras que se repitan por un sinónimo, pronombre, adverbio, etc. Podéis poner a la historia el título que queráis.

LOS AMORES DE DOÑA LEONOR


Doña Leonor cantaba todas las noches en el balcón de la vieja pero lujosa casa que compartía con su padre, el Marqués de Calatrava, y sus dos hermanos pequeños.
Era una mujer de veinticinco años, que no había tenido muy buena suerte en el amor por el momento, a causa de ser excesivamente maniática, obsesiva y controladora. Su familia la conocía perfectamente, su padre había puesto mala cara a cada uno de los hombres que esta le había presentado y lo había rechazado como yerno porque sabía que no le convenía. Su hija necesitaba alguien que le aportase tranquilidad, protección y, debido a la situación económica que sufría la familia en el momento, dinero. Tras la muerte de la esposa del Marques, todas las ganancias de la familia habían ido en decadencia, aunque trataban de conservar su imagen de personas adineradas ante el pueblo.
Como siempre, durante la cena, estuvo charlando con su padre y sus hermanos sobre su jornada y los planes para el día siguiente.
-Como sabrás, el próximo fin de semana, se celebrará la boda de vuestro primo, y me he enterado de que un tal Don Diego acudirá a la boda, Leonor, ¿Has oído alguna vez hablar de él?
Doña Leonor posó el tenedor sobre la mesa y respondió a su padre que nunca había oído hablar de él antes.
-Vuestra tía me comentó que es hijo de la marquesa Sofía, parece ser un joven formal y con mucho dinero, ¿no consideras oportuno conocerle? –Pregunto el marqués. En la boda yo me ocuparé de presentártelo, tranquila.-Continuó, mientras apartaba el plato, ya vacío. -Pero será mejor que no comentes con nadie lo que hemos pensado, ¿de acuerdo?
-De acuerdo- afirmó Leonor. Y también apartó su plato.
A continuación salió a cantar al balcón, como siempre, mientras escribía su diario.

Empezó a escuchar varios ruidos repetitivos, que nunca había oído antes y que la estaban poniendo nerviosa: era muy asustadiza. Aquella noche había niebla y no consiguió distinguir de dónde venían, parecían pasos de alguien que se movía con dificultad bajo el balcón, pisando las hojas secas. Cuando estaba a punto de refugiarse de todos aquellos sonidos dentro de su habitación, oyó una voz.
-Perdone señorita, no tenga miedo.- La voz pertenecía a un hombre. Doña Leonor se asomó y vio la figura de un chico, no muy alto y bastante delgado, aparentemente inofensivo, que andaba con poca facilidad.
-¿Quién eres?- preguntó ella.
-Mi nombre es Don Álvaro -respondió. -Mire: me he caído accidentalmente y no me vendría nada mal que me favoreciese algo de agua para poder limpiarme la herida que me he hecho.
Leonor permaneció dudosa durante unos instantes y a continuación decidió bajar con algodón y una jarra con agua, procurando no hacer ruido, pues su padre y sus hermanos estaban ya dormidos en su habitación.
-Vaya, muchísimas gracias, es usted una señorita muy agradable-  dijo mientras Leonor le ofrecía el agua y los algodones.
-Espero que nos volvamos a ver otro día -añadió don Álvaro mientras abandonaba la entrada de la casa. -Ahora debo irme pues mi familia me espera y supongo que estén preocupados, suelo ser muy puntual y nunca había llegado tan tarde.
Doña Leonor cerró la puerta con llave y rápidamente subió a su habitación para dormir, hoy había sido un día agotador y se le caían los párpados. Pero a pesar de lo cansada que se encontraba, apenas pudo conciliar el sueño, no dejó de pensar en don Álvaro toda la noche…



Al día siguiente, amanecía una soleada mañana y Doña Leonor salió a dar un paseo por los alrededores del pueblo mientras planificaba los preparativos de la boda: tenía que elegir un vestido y un peinado. Pero todos sus pensamientos se esfumaron cuando vio aparecer al joven del balcón con el que había compartido algunas palabras el día anterior, con la diferencia de que hoy se veía mejor vestido: lucía un elegante traje que destacaba sobre la impoluta camisa blanca que llevaba debajo. Ambos se saludaron y Doña Leonor continuó su paseo, esta vez acompañada por el agradable joven.
Durante  esa semana, se vieron todos y cada uno de los días: Doña Leonor madrugaba para salir pronto a pasear y despejarse. Don Álvaro  la acompañaba, siempre tenían tema de conversación. Habían congeniado perfectamente y entre los dos existía una muy buena relación que poco a poco fue haciéndose más estrecha, hasta el punto de comportarse durante el escaso tiempo que compartieron juntos como una pareja de enamorados: confiaban totalmente el uno en el otro. Doña Leonor no paraba de pensar en él, aunque todavía no le había contado nada del asunto a su padre porque sabía perfectamente que Don Álvaro  no era precisamente rico, aunque por su aspecto lo pareciese. Estaba segura de que el Marqués nunca lo aceptaría como yerno. Así que, por el momento, decidió esperar.
Doña Leonor se vistió con un largo vestido de color rosado hecho a medida y lucía su larga melena rubia, esa que nunca llevaba recogida, en forma de tirabuzones que le caían por la espalda, que el vestido dejaba al descubierto. Su sonrisa deslumbraba aquella mañana. Después de nervios y abundantes preparativos, por fin había llegado el día en que su tía contraería matrimonio. Tras la ceremonia se celebró el banquete, en el cual el Marqués de Calatrava le presentó a Don Diego. Era totalmente cómo Doña Leonor se lo había imaginado: en cuanto su padre le contó que pertenecía a  una familia adinerada pensó que se trataba de una persona elegante, con un comportamiento impecable y un saber estar excelente: estaba totalmente en lo cierto.
Resultó ser un joven encantador, estuvieron toda la celebración entablando conversación y viendo sus idénticos puntos de vista sobre cualquier tema que dirigiese su diálogo.
Doña Leonor se apostaría lo que fuese a que su padre le haría mil y una preguntas sobre Don Diego, y no se equivocó: en cuanto abandonaron el mesón en que tuvo lugar el banquete le lanzo unas diez preguntas seguidas respecto al asunto.
Aunque lo que de verdad sorprendió a Doña Leonor fue todo lo que vino a continuación de aquellas cuestiones:
-Hija, ya sé que quizá sea demasiado pronto para hablar de ello pero estamos en una situación desesperada y  no nos queda otra opción. Doña Sofía, la madre de Don Álvaro me preguntó ayer de forma indirecta sobre la idea de que vosotros dos contrajeseis matrimonio… Necesitamos bienes económicos cuanto antes y Doña Sofía realizó sobre ti unos comentarios realmente halagadores que no ponían en duda el hecho de que considera que eres la mejor opción para su hijo. Ya sabes que ella quiere que se case lo antes posible porque está sufriendo una grave enfermedad y, desafortunadamente, le queda muy poco, hija… Y es por eso por lo que quiere conocer a la que sería su esposa.
Después de todo lo que le había relatado su padre, no con demasiado detalle, pues sabía que él y Doña Sofía habían hablado mucho mas, Doña Leonor era incapaz de articular palabra.
Don Diego le había gustado, eso era indudable: además le convenía porque era de clase social alta y estaba segura de que en unos años se convertiría en un hombre de prestigio que destacaría, y ambos serian muy felices juntos.
Pero aun así, le parecía una idea muy precipitada... ¿Y qué hay de Don Álvaro?
Durante unos minutos se vio entre la espada y la pared, así que decidió contarle a su padre que había estado viéndose con otro hombre. Al oír esto el Marqués de Calatrava se enfadó con ella por no habérselo contado. Era inadmisible  no haber tenido noticia de ello… así que le anunció que si no se casaba con don Diego dejaría de ser considerada por él hija suya.
Doña Leonor comenzó a llorar desesperadamente después de  haber escuchado todas estas palabras, que no paraban de repetirse en su cabeza  y, totalmente dolida, durante varias semanas se aisló en su habitación. Tras varios días, tomó la decisión, con gran dolor de su corazón, de casarse con Don Diego, nunca más volvería  a ver a Don Álvaro…
Llego el día de la boda. Mientras se ponía con todo el cuidado que era posible el vestido, aunque le temblaban las manos de los nervios, Don Álvaro apareció, como había hecho el día que se habían conocido, bajo el balcón. Doña Leonor bajó las escaleras de mil en mil y  le saludó efusivamente. A continuación le explicó que iba a contraer matrimonio con Don Álvaro, porque su padre no le había dejado otra opción.
Cuando Don Álvaro escuchó esto no pudo esconder lo que sentía: declaró su amor a Doña Leonor, algo que llevaba sintiendo desde el día que la conoció. Doña Leonor se vio nuevamente sin alternativa, sin salida, como en un pozo sin fondo… No sabía si hacer caso a su corazón o a su cabeza: si no se casaba con Don Diego perdería a su padre para siempre, aunque  no podía dejar a Don Álvaro…

Finalmente, hizo caso omiso, tanto a uno como a otro y actuó por un impulso, dirigiéndose a la cocina y deslizando la hoja de un cuchillo sobre la pálida piel de su brazo derecho y dedicando su último suspiro a la persona que había querido de verdad.

María


“En algún lugar que solo nosotros conocemos” 

 Nadie conocía la razón. Ni siquiera el afamado Marqués de Calatrava llegaba a entender a su hija Doña Leonor. Y es que antes de que el canto del gallo y las mañaneras melodías de los pájaros llenasen cada rincón del pueblo, ella ya estaba preparada. Todos los libros apilados en sus estanterías correspondientes, su material escolar listo para usar y unas inagotables ganas de aprender y superarse eran algunas de las cosas que sorprendían hasta al padre de la niña. A sus apenas once años, las ganas de vivir y descubrir de Doña Leonor eran inexplicables. Daba igual si era el primer o cuarto día de la semana, verano o invierno, si nevaba o llovía. Ella nunca faltaba, pues la escuela era lo único que podía saciar sus ansias de conocimiento. Todos lo desconocían, pero tras la muerte de su madre, la Duquesa de Calatrava, al dar a luz a su segundo hijo, el pequeño Félix, que apenas alcanzaba la edad de dos años, se empezó a cuestionar cosas. No comprendía cómo su madre había fallecido en las manos de tan buenos médicos y se preguntaba cómo podría cambiarse eso en el futuro. Así poco a poco, empezó a sentirse atraída por el mundo de la ciencia. Nadie, desde que comenzó a asistir a la escuela, había conseguido superarla en exámenes, pruebas, o simplemente en lo relacionado con conocimientos en general. Pero a pesar de su dedicación y trabajo, todo cambió, aunque quizás, ese cambio no fuera tan desagradable como Doña Leonor pensaba, ya que después de todo, siempre se aprenden cosas nuevas.                                                                  
                                                                       
                                                                           ****

6 AÑOS DESPUÉS
El tutor miraba exasperado a la clase, enunciando por quinta vez la pregunta. La clase en silencio sepulcral lanzaba una mirada obvia hacia los dos primeros puestos donde tanto el chico como la chica levantaban sus manos como si de ello dependiera su vida. Ambos se miraban ansiosos y esperaban la reacción del profesor, frustrado por la constante participación de sus dos alumnos sobresalientes y el efecto de impotencia que ésta causaba en el resto de sus alumnos. Desde la llegada de Don Álvaro a la escuela, tras oponerse  a recibir más clases particulares en casa, la revolución se había desatado en el aula. Todo el mundo sabía lo imparable que era Doña Leonor, y el hecho de la llegada del chico había hecho que las llamas ardieran aun más intensamente, si eso era posible. Tras la respuesta acertada de Don Álvaro que, prácticamente había suplicado responder a la pregunta, la jornada se dio por finalizada. Doña Leonor abandonó el aula tan pronto como recogió todos sus materiales, se despidió de Don Álvaro con una mirada desafiante y se apresuró a recoger a Don Félix de sus clases matutinas. Ella era como una madre para su único hermano y así lo demostraba cada día. Al atardecer, mientras realizaba la tarea para el día siguiente, un diminuto papel procedente de un libro llamó su atención:

 Bella dama,                                                                                                          
¿Dónde está aquel que la acompaña?                                                                 
 Espero se haya perdido en batalla,      
 Y que usted no esté desposada,     
Aunque para mi verdadera desgracia, 
He notado que tanto esta mañana,
Como durante las pasadas semanas,
Usted está extraña, quizá enamorada…          
¿O me equivoco bella dama?        
Me permitiría conocer quién la tiene ocupada
¿Y al mismo tiempo tan embelesada?
Espero ser yo bella dama,                        
que con mis palabras y encantos usted caiga
 Pues peor que una afilada daga
 Será el castigo si usted me rechaza.
 DA

 Sonrió y pensó el efecto que su amado tenía en ella. A pesar de las dificultades y los continuos rechazos por parte de su padre, el Marqués de Calatrava, Don Álvaro seguía sacando lo mejor de ella y se había convertido en otra razón de peso para acudir todos los días a la escuela. Terminó de hacer su tarea, y salió al balcón, quedándose fascinada contemplando el cielo, ya oscuro, y los lejanos astros que servían de guía en la noche. No se dio cuenta de cómo Don Álvaro escalaba ágilmente el balcón hasta quedar uno frente a otro. Tampoco notó cómo el tiempo pasaba mientras conversaban sobre cómo se habían conocido y cómo se habían odiado al principio. Pero todo era diferente desde entonces. Don Álvaro seguía siendo igual de pretencioso y orgulloso que antes, solamente un ligero brillo en sus ojos marcaba la diferencia, el amor. A doña Leonor le pasaba lo mismo, no dejaba de escuchar a su querido don Álvaro con los ojos iluminados a cada palabra que decía, unos ojos que, simulaban dos astros necesitados de un sol alrededor del cual orbitar. Así, fueron pasando las horas, que a ellos les parecieron minutos, y aunque no lo deseaban, se fueron quedando dormidos, uno junto a otro, con miedo a separase.

 Esa noche Doña Leonor, en sueños, recordó todo lo vivido junto a Don Álvaro. El porqué se había enamorado de él, con sus encantos y debilidades, aquella vez que él la había llevado a su lugar especial... Aún se acordaba de aquella noche y no pensaba olvidarla. Su amado, la había sorprendido con una cena romántica en un campo a las afueras del pueblo, bajo la luz de la luna y un tenue resplandor procedente de dos velas, entre enredaderas que parecían no tener final. Más tarde, habían paseado por la orilla del río que cruzaba el pueblo, dejándose guiar por el sonido de la corriente chocando contra las rocas y el silencio de la noche, donde ellos dos y su amor, eran los únicos protagonistas.

 El ruido de la puerta golpeando con fuerza la pared la despertó a ella y a su acompañante. Cuando vio a su padre malhumorado, en el umbral de la puerta, se asustó, anoche no tenían que haber dejado que el sueño y las ganas de estar juntos les vencieran. Su progenitor no aprobaba su relación y Doña Leonor nunca lo comprendería. Se veía a distancia que se querían, ¿por qué su padre no confiaba en ella?...

 Los siguientes minutos pasaron muy rápido, las lágrimas amenazaban con inundar sus ojos pero las reprimió, aunque no pudo controlarse cuando su padre acabó de hablar...¿¿hermanos?? ¿Don Álvaro y ella eran hermanos? No lo comprendía. No lo quería comprender. Las caras de los enamorados se llenaron de confusión y preguntas, pero el Marqués de Calatrava no les dio respuestas, simplemente echó de su casa a Don Álvaro, tras haber derramado esas palabras en forma de una jarra de agua congelada sobre sus cabezas. Había dejado el pasado al descubierto y con ello las heridas aún no cicatrizadas del todo. La razón de su odio hacia de Don Álvaro era simple; le recordaba demasiado a ese error que su mujer había cometido diecisiete años atrás. Pero ahora todo se había acabado. No habría más escapadas románticas en las noches de luna llena, ni paseos por el río, ni simplemente esas miradas tan intensas que podían avivar ese fuego entre ellos. Ya no, porque se habían quemado.

 Doña Leonor salió corriendo de su casa con las lágrimas desbordando sus ojos, y dejando atrás las advertencias de su padre de quedarse en casa. Corrió y corrió hasta ese sitio mágico que tanto le recordaba a él, hasta ese río que muchas veces había arrastrado sus palabras enamoradas junto con la corriente. Y gritó y lloró, y pensó que ya, nada sería igual. Se acercó a la orilla para limpiar su cara llena de dolor con agua del río, pero resbaló y la corriente la arrastró, y fue antes de que una roca golpeara su cabeza y sus lágrimas se fundieran con el agua del río, cuando pensó en él y en todo lo que lo había querido.

Marta

"Amor imposible"
Era un enero del año 1795. El Marqués de Calatrava vivía en León, una de las ciudades más bonitas de toda España. Era un hombre alto, rubio, ojos azules, con una cicatriz en la cara y político. Tenía una mujer, llamada Ana, que había muerto seis meses atrás, el 13 de agosto del noventa y cuatro. Era una mujer con pelo corto castaño, la tez blanca y unos grandes ojos azules, era lista y divertida, a la vez que tenía un gran carácter. Juntos tuvieron tres hijos: el mayor, Ceferino, que había heredado los ojos del padre y el carácter de la madre; otro hijo más pequeño, tenía una gran sonrisa que deslumbraba como una luna llena en una noche de verano, el pelo rubio como el sol, la tez blanca como la nieve y unos labios rojos como una rosa roja en plena primavera.
     Todos ellos vivían en el palacio de San Marcos, eran personas ricas y elegantes, con una gran presión social. Un día, Leonor, tras la muerte de su madre, se escapó de casa porque quería alejarse de los recuerdos pasados. Tras estar dos semanas deambulando por la calle, sin comer nada y con unas temperaturas invernales, se desmayó y quedó en la calle, en un sitio desierto.
     De repente despertó y se encontró en una casa, al lado de una hoguera y sin recordar nada de lo que había pasado las últimas semanas. Empezó a gritar pensando que la habían aturdido y secuestrado. De repente entró un joven. Este la contó que la había encontrado en medio del bosque, desmayada y que llevaba una semana durmiendo mientras él solo la despertaba para comer. Este joven se llamaba Don Álvaro, era un fugitivo, todo León le buscaba porque pensaba que había robado al Marqués de Calatrava. Cuando Don Álvaro se lo contó a Doña Leonor, ella recordó todo, que su madre había muerto, que se había escapado... Después de esto decidió irse corriendo de allí de vuelta a su casa.
     Cuando llegó resultó que Don Vicente estaba muy enfermo y que seguramente no podría curarse, al igual que le había pasado a su madre. Se despidió de él y fue a hablar con su padre y su otro hermano, como ella era la hermana mediana la tocaba a ella heredar el título de Marquesa...
      Por otra parte, Don Álvaro, tras la huída de Leonor, se fue a la ermita de San Esteban para pedirle a Dios que pudiera ver una vez más a Leonor, de la que se había enamorado locamente.
     Tras esperar unas semanas sin que apareciera, llego Doña Leonor y le contó que no se preocupara por lo que pensaban de que había robado al Marqués, pero que no podían estar juntos porque si no perdería el futuro título de Marquesa de Calatrava. Don Álvaro en ese momento se desplomó y se suicidó, tirándose por los barrancos de Catoute.
     Unos días más tarde, Doña Leonor, ahora Marquesa de Calatrava, acudió a ver a Don Álvaro y descubrió que había muerto. Desesperada, volvió corriendo al castillo y se encontró a su padre y a su otro hermano muertos.... Sin encontrar sentido a la vida, cogió un cuchillo, se lo clavó en el estómago y murió desangrada.
Pablo

"Historia romántica de León"
En los pueblos más altos de las montañas leonesas es conocida la leyenda de Doña Leonor, una dama demasiado moderna y progresista para su época y como la mayoría de las grandes leyendas evocada a un trágico final.
Leonor de Calatrava nació un lluvioso día de noviembre de 1886, en el que rayos y truenos luchaban por dominar el cielo. En su primer aliento de vida dio a saber a todos los presentes que no sería una dama cualquiera, que llegaría a ser una mujer fuerte y orgullosa.
Sus primeros años se consumieron rápidamente entre clases de piano, costura y modales. Eso era lo que todas las niñas de buena familia hacían, pero ella estaba dispuesta a llegar más lejos que los demás, por lo que al cumplir los ocho años exigió a su padre, el Marqués de Calatrava, dar las mismas clases que sus hermanos mayores, Alfonso y Carlos. Su padre, al ser Leonor su única hija, no se pudo negar, pensando que no le haría ningún mal a la pequeña un poco de cultura. Pero Leonor no se conformaba con saber un poco de todo, por lo que a los doce años sabía más matemáticas, geografía y ciencias que sus hermanos mayores.
Su padre le recordaba constantemente que estudiar era una pérdida de tiempo y que no servía para nada, pero ella no se desanimaba. En su décimo octavo cumpleaños exigió ir a la Universidad y tener las mismas oportunidades que sus hermanos. Esto provocó la ira de su padre, que decidió empezar a buscarle pretendiente para que sentara la cabeza como todas las muchachas normales, pero ella aunque joven e inexperta no era una mujer normal.
El Marqués, al ver que Leonor no se conformaba con nada, decidió llevarla durante un año a un internado de señoritas donde le quitarían esas ideas progresistas y feministas que se le habían metido en la cabeza.
Leonor contra su voluntad ingresa en el internado donde le enseñan cómo debe comportarse en sociedad, cómo ser una buena esposa y una mujer respetable. Pero cuando más sola y abandonada se siente conoce a Álvaro, el chico que cuida el jardín y su vida cambia.
Desde ese momento, las aburridas tardes se convierten en divertidos paseos con charlas interminables, escapadas al campo y sueños de un futuro que no se cumplirá. Leonor siente que ha encontrado al príncipe azul del que tanto hablan esos libros que le hacen leer, pero no es el caso, este "príncipe"  la respeta como mujer, le habla de libertad, de un futuro sin tiranía, sin odio y sin guerras.
El tiempo pasa y cuando se dan cuenta Leonor debe volver a casa donde su padre, lejos de perder el tiempo, le ha encontrado un pretendiente perfecto. Los enamorados se despiden con la promesa de volver a verse.
Los días son largos y aburridos en el castillo. Hasta que un día en su tocador la joven descubre una nota en la que Álvaro la cita esa misma noche a las nueve en la ermita de su jardín. Leonor cuenta cada minuto que falta para ver a su amado, está tranquila, su padre está en la Corte tratando asuntos militares, pero la atenaza el dolor de que Álvaro se eche atrás.... mas a las nueve él está allí, estará todos los días durante un mes, en los que sus encuentros furtivos se desarrollaran en la vieja ermita de la familia.
El Marqués vuelve, y con él los pretendientes de Leonor, que son rechazados uno a uno. Su padre, harto de que la muchacha desprecie a todos los jóvenes, decide prohibirle salir de su habitación, lo que hace que crezca la ira de Leonor hacia su padre, pues no podrá encontrarse con su amado.
Álvaro la espera todos los días durante un mes y al no tener noticias suyas decide presentarse a hablar con el Marqués. El joven le expresa su preocupación por su hija y su deseo de hacerla su esposa.
El Marqués responde con burlas y sornas ya que no permitirá que un campesino se case con su preciada hija y acabe así con el honor de la familia.
Este loco de rabia, va en busca de Leonor. Ambos se enfrentan y tras una larga discusión el Marqués le propone un trato: Álvaro luchará a muerte con su hermano Alfonso, si resulta vencedor, consentirá su enlace, si pierde ella, deberá casarse con el prometido que su padre elija.
Leonor acepta, aún sabiendo que si su amado gana su hermano morirá, pero es tal su amor por él que decide arriesgarse. Sin embargo el Marqués sabe que su hijo nunca perderá un duelo contra un simple campesino, él es un Calatrava y está educado en el campo de batalla.
Y como el Marqués supuso, Alfonso logra inmovilizar a Álvaro, pero no le mata, si no que le lleva prisionero a las mazmorras, a Leonor se le comunica la noticia de que su hermano es el vencedor, nada le dicen de Álvaro, creyendo que ha muerto se encierra en un mundo de tristeza y melancolía.
Mas no puede soportar la idea de que su amado haya muerto, y decide acabar con su vida tirándose al mar, para reunirse con él en la eternidad.
Cuando Álvaro sale de su cautiverio, el Marqués le dice que su hija ha muerto y roto de dolor le pide disculpas por la trampa que les tendió. El joven enamorado, al no poder concebir un mundo sin Leonor se suicida clavándose una daga en el corazón.
Respecto al Marqués de Calatrava, cuentan que los remordimientos que sentía por ser el causante de la muerte de su hija hicieron que se fuera consumiendo poco a poco hasta no ser más que un espíritu perdido.

Sandra

“Amor de sangre”
Era un día soleado. El joven Don Álvaro se dirigía a la oración diaria. Como parte de su rutina se sentaba en un banco junto a otros muchos cristianos y empezaba a orar para después dirigirse a la herrería donde él trabajaba.

Tras acabar de rezar y salir de la iglesia, se paró a observar que el cura iba a hablar con alguien. Una dama vestida de blanco, con un cierto parecido a él.
Tras quedarse un rato observando y pensando, llegó a una conclusión pero ¿cómo era posible que el cura tuviese una hija?, ¿alguien más lo sabía? Y no solo eso, había algo más. Se trata de que se encontraba mirando a la mujer más bella que  jamás había visto. Después se dio cuenta de que llegaba tarde al trabajo y marchó apresuradamente.

Ya en la herrería, no paraba de pensar en aquella señorita y, puesto que le costaba trabajar así, decidió averiguar quién era preguntando a los clientes que pasasen por allí.

Dos hombres vestidos con impecables armaduras entraron en la tienda poco tiempo después. Estos tenían un rasgo parecido entre ellos.  El primero en entrar era de pelo negro y ojos castaños, mientras que el segundo era de pelo castaño y ojos verdes, ambos muy altos. Don Álvaro decidió preguntarles. 
Estos, con una voz grave aunque agradable, respondieron con gusto:

-Ella es nuestra hermana Elena-

 Álvaro se quedó pensativo durante un breve periodo de tiempo ¿El cura tiene tres hijos, cómo es posible? Aunque no pensó solo en eso, la alegría le inundaba, por fin sabía el nombre de aquella mujer, Doña Elena.

Pero no le duró mucho tiempo. Ella vivía en el torreón de la iglesia bajo la mano de su sobre protector padre. El amor que nuestro joven Don Álvaro profesaba hacia ella era tan grande que esa misma noche decidió llamar a su ventana.
Tras una serenata acompañada de un laúd bajo las estrellas, un sinfín de hermosas palabras sinceras y una declaración de amor….

Doña Elena se enamoró profundamente. Durante los tres meses siguientes, todas las noches los dos jóvenes enamorados se reunían en la ventana bajo la plaza y daban un paseo hacia el puente que cruzaba la ciudad. Un lugar apartado de todo donde solo estaban ellos dos,” él era suyo y ella era suya”.

Lamentablemente sus destinos no estaban unidos. Un día una de las amigas del cura, yendo a lavar la ropa al río en plena noche, los vio y decidió contárselo al cura. La ira de este fue tal que mandó a uno de sus hermanos, Don Rodrigo el primero en entrar a la tienda, a que advirtiera a Don Álvaro de su terrible error y si este se negaba a dejar de amarla sería ejecutado.

Doña Elena debía casarse con el príncipe de la corona tanto si le gustaba como si no para otorgar así el título de arzobispo a su padre.

Don Álvaro, desbordado por el amor, se negó rotundamente y Rodrigo, sin vacilar, le asestó una estocada en el muslo. Herido, nuestro joven cayó al suelo y el caballero le dio una segunda oportunidad para poder salvar su vida.
Este juró el amor que sentía por la joven a los cuatro vientos y tras su última palabra, el caballero le atravesó el corazón.


La actuación de Doña Elena no fue diferente, observando el cadáver de su amor, vio la única manera que había de que estuvieran unidos y con gran agilidad le robó la espada a su hermano descuidado y se la clavó, muriendo así al lado de Don Álvaro y uniendo sus sangres.

David

“Una mañana de diciembre”
Una buena mañana de Enero de 1805, el Marqués de Calatrava celebraba junto a sus tres hijos el cumpleaños de su esposa. Era un día de felicidad absoluta para todos y, al ser una ocasión especial, Don Carlos, hijo de un amigo del Marqués de Calatrava, decide pedirle a Doña Leonor, hija mayor del Marqués, su mano en matrimonio con una carta de amor, para juntar sus posesiones y tener más riquezas.
Doña Leonor lee la carta en voz alta delante de toda la familia y pronto se siente confusa, no sabe qué decir, su padre desea más que nada que su preciosa hija se case con ese duque tan importante.
Pero hace un mes…
Hace un mes, Doña Leonor caminaba alegre dando un paseo por el mercado de la ciudad, disfrutando de ese ambiente enérgico, cuando lo vio. Era alto, de pelo castaño y profundos ojos verdes. A Doña Leonor ese muchacho le pareció atractivo y de pronto empezó a sentir ansia por hablar con él. Así que, con disimulo, provocó un choque entre ambos provocando que se le cayesen los objetos que tenía en las manos. El joven, haciendo gala de su buena educación, se agachó para recogerlos y Doña Leonor formuló un tímido “Gracias señor” seguido por un “Por favor, llámeme Don Álvaro” del joven. A partir de ese día, Doña Leonor acudía todas las mañanas al mercado para ver a Don Álvaro, que trabajaba allí como panadero. Fueron pasando los días y poco a poco surgió el amor entre ambos. Las citas empezaron a ser más frecuentes y una noche de invierno, junto al calor de una hoguera en la playa, ambos se juraron amor eterno.
Dos días después de aquel suceso, nos situamos en el día actual (cumpleaños de la madre de Doña Leonor)... Doña Leonor sigue mirando pensativa la carta sin saber aún qué responder. Quiere complacer a su padre pero al mismo tiempo no quiere fallar a su amado y, por tanto, no quiere engañar a su corazón. Finalmente, bajo la presión de la mirada de su padre, acepta.
Pasa el tiempo y Doña Leonor aprovecha los últimos días de su libertad con Don Álvaro, que ignora la situación de su amada. Juntos dan largos paseos por los alrededores del pueblo, e incluso a veces se bañan en el río.
Cierto día que andaban los dos jugando en el río, acertó a pasar por allí Don Daniel (hermano de Doña Leonor), que sin decir nada a ninguno de los dos jóvenes regresa a su casa hecho una furia por lo presenciado. Horas más tarde, Doña Leonor llega alegre a casa sin sospechar nada de lo ocurrido en el río, hasta que se encuentra con su hermano que, enojado, le grita por su traición y por deshonrar a la familia. Doña Leonor, sin saber bien qué contestar para calmar a su hermano, termina suplicándole que no le cuente nada a su padre. Por toda respuesta, Don Daniel, sin ser consciente de sus actos, coge un cuchillo y mata a su hermana.
Alarmado ante semejante jaleo, aparece en la cocina el Marqués de Calatrava que, al ver a su hija asesinada en el suelo, y a su hijo, cuchillo en mano lleno de sangre, piensa que tiene a un delincuente en su casa y decide hacer justicia y poner fin a su vida.
Pasan los días y Don Álvaro se preocupa al ver que Doña Leonor no acude a su lugar de encuentro, así que decide aproximarse a la casa de los Calatrava para ver si se encuentra bien.
Al llegar descubre que está teniendo lugar un entierro en el jardín, en el cual se encuentran dos ataúdes. Entonces decide prestar atención para enterarse de lo ocurrido y al escuchar que una de las fallecidas es su amada Leonor, arde en histeria y se tira al río en el que ambos pasaron tantos momentos de felicidad, para reunirse con ella en el más allá.
Semanas más tarde de lo ocurrido, la boda entre Doña Leonor y Don Carlos sigue en pie. Ya que el duque no conoce en persona a Doña Leonor y no fue avisado de su fallecimiento, el Marqués de Calatrava decide seguir adelante con lo planeado obligando a su hija menor, Doña María, a hacerse pasar por su hermana mayor.
La tarde del 17 de Febrero de 1805, Don Carlos y Doña “María” se encuentran en plena ceremonia, cuando el Marqués de Calatrava no puede aguantar más el sentimiento de culpabilidad y confiesa todo lo ocurrido aquella trágica tarde. Desolado, sale a trompicones de la iglesia, dejando boquiabiertos a los novios, a su mujer, y a todos los presentes en la ceremonia.
Horas más tarde, es encontrado por un leñador ahorcado en el bosque.

Nerea

“Sentimientos reprimidos”

Don Álvaro era un hombre noble, fuerte, cruel y soez que solía tratar mal a la gente y lo único que hacía para eliminar los resentimientos era confesarse y volver a la rutina de una vida de pecado.

La vida de Don Álvaro era desdichada debido a que por culpa de su poco respeto hacia las demás personas no tenía amigos ni suerte con las mujeres. Él era de una familia noble, pero se apartó de ellos rápidamente. Los odiaba porque según él, sus padres solo le daban caprichos a su hermano pequeño.

Un día Don Álvaro conoció a una chica que le cambió la vida. Ella era atractiva, amable y tímida, sin saber por qué, no la trató con la misma grosería con la que trataba a las damas que le atraían o que conocía, sino que Don  Álvaro habló con ella con seguridad y educación. Leonor, que así se llamaba la dama, se enamoró perdidamente de él.
Nunca hablaban de nada relacionado con su familia hasta que un día Doña Leonor decidió presentarles a su padre  y a sus dos hermanos, Romualdo y Asdrúbal. Ese día Don Álvaro se enteró de que el padre de la dama era el Marqués de Calatrava, un gran amigo de su padre, por lo que ellos ya se conocían y se llevaron bien. Al día siguiente el padre de Don Álvaro fue a visitar a su hijo para decirle que no se podía casar con Leonor, pues ambas familias ya habían decidido que ella se casaría con su hermano. Al oír esto Álvaro, en un arrebato de furia, golpeó a su hermano en la cabeza matándole en el acto. Más tarde Don Álvaro se despertó en un calabozo donde el guardia le dijo que iba a ser decapitado al amanecer.


Se despertó con las sábanas empapadas de sudor y pegadas al pecho, Leonor mantenía un profundo sueño.

Alejandro

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